sábado, 31 de mayo de 2014

El poder de una idea - ciudadanos en simbiosis

Parece que los pilares del bipartidismo comienzan a temblar. Tiemblan los cimientos, que no son otra cosa que los millones de ciudadanos que tienen el poder de decidir el rumbo que debe tomar el país.
Es curioso, sin embargo, que aún se crea en que la definición de las leyes que deben regir nuestras vidas y las de las personas que apreciamos está en manos de unos pocos políticos. Eso es un vicio que tenemos, una mala costumbre, una enfermedad, incubada desde la pereza y la desidia. Preferimos que lo haga otro, pero si las cosas no nos gustan entonces somos los primeros en poner el grito en el cielo (sobretodo si nos afecta al bolsillo).
Cuando éramos pequeños, en una casa con un mínimo de autoridad y disciplina, las reglas las ponían nuestros padres. Algunos incluso podían opinar al respecto e influir en los premios o castigos, pero al final, existía una autoridad, que a su vez, debía cuidar de nosotros. Trasladando el símil a un estado, la mayoría de nosotros aceptamos o simplemente estamos sometidos a unas leyes y a cambio esperamos que el poder se ocupe de proveernos de unas condiciones de vida mínimas.
La realidad, sin embargo, es que esas condiciones son utópicas. Unos padres, en general, aman a sus hijos y el resto de personas, por lo general, no aman a quienes desconocen, y efectivamente, los políticos no conocen más que a su círculo y por ello procurarán lo mejor para esos pocos, descuidando , en la mayoría de los casos, el servicio a la sociedad que por vocación deberían tener pero ninguna ley lo garantiza.
Es por ese motivo, que como ciudadanos, debemos madurar e independizarnos del estado.
Eso no significa irrespetarlo o saltarse las leyes cuando nos venga en gana, sino marcar líneas rojas y nuestras propias reglas para con nuestra vida e integridad como personas independientes que somos.
Sabemos que hay padres que pegan a sus hijos, que los abandonan a su suerte e incumplen muchas de sus obligaciones. En estos casos, suele haber una autoridad superior que puede interferir aunque no siempre es así. Con el estado, no suelen existir mecanismos de control o autoridad superior que interfieran... o eso creemos. La realidad es que la autoridad superior somos nosotros, siempre y cuando estemos organizados y actuemos en simbiosis como un solo organismo de control.
¿Por qué si cuando algo nos desagrada dejamos de comprarlo y cuando un partido político nos engaña no dejamos de votarlo? ¿Por qué no utilizamos un sistema de lista negra?
No es necesario encontrar la solución definitiva a todos los problemas de golpe, sino más bien ir reduciendo los problemas uno a uno pero sin saltarse ningún paso y sin retroceder.
Debemos comenzar a utilizar herramientas de gestión para nuestras decisiones políticas y la exigencia de responsabilidades. Es importante llevar un control exhaustivo de nuestros objetivos y del orden en que queremos que se solucionen los problemas, y pondré un ejemplo:
Si el gobernante X engaña, los ciudadanos debemos tomar nota de ello y no olvidarlo. Debemos mantener un sistema de puntuaciones, que no solo afectará a las votaciones, sino a todas las opiniones que podamos tener en torno al partido en el cual milita, dependiendo de las reacciones de las personas en su círculo. Si su círculo no es crítico y no da las explicaciones pertinentes con la honestidad que exige su cargo, debemos tomar nota también.

Solo así la impunidad desaparecerá de la política, solo si todos los ciudadanos en simbiosis premiamos o castigamos como lo harían unos padres.

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